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TOLEDO: EL FIN DE
LA TRANSICIÓN
El
Gobierno de Alejandro Toledo ha decretado el estado de emergencia nacional ante los
diversos movimientos de huelga que han estado impulsando sindicatos y productores. Se han
suspendido algunas garantías que amparan derechos fundamentales y se ha encargado al
ejército cuidar el orden interno. Trece regiones se encuentran ya bajo control militar.
El presidente Toledo en su mensaje dijo amenazante La tolerancia tiene un límite
.
Tres
consecuencias inmediatas se derivan de esta decisión equivocada y a toda luz regresiva.
La
primera es el aborto definitivo de la llamada Transición a la Democracia que Toledo y sus
asesores mal usaron para justificar las inercias e incompetencias de su gobierno. No hay
transiciones bajo estados de emergencia, una vez instaurado un nuevo gobierno
democrático. El gobierno toledista, al no reconocer que una Gobernabilidad
Democrática implica necesariamente políticas económicas incluyentes y que una
Transición a la Democracia implica un amplio consenso concertador, ha
evolucionado a una suerte de engendro represivo,
desorganizador e involucionista que demuele los últimos vestigios de una legitimidad
ganada en las urnas.
Toledo
no ha logrado ni impulsar la transición ni asegurar la gobernabilidad democrática y eso
tiene un nombre: Ineptitud para gobernar.
La
democracia peruana posee los mecanismos políticos e institucionales adecuados para
enfrentar la violencia social que puede surgir en un proceso de movilizaciones populares y
sindicales. La policía nacional puede cuidar perfectamente las carreteras, el diálogo
gobierno-sindicatos debe tener seriedad y no convertirse en el juego del gato y el ratón,
se pueden movilizar mayores recursos políticos para atender las demandas sociales que
siempre se estrellan con la carencia de recursos, por ejemplo la austeridad pública
republicana que el toledismo viola sistemáticamente o la reforma tributaria tantas veces
postergada, así como el fín de los privilegios a las empresas privatizadas.
Los
maestros del SUTEP requieren respuestas económicas y políticas, no acusaciones e
intentos de satanización de estar infiltrados por el senderismo. Y el diálogo no puede
ser sustituido con la declaración de ilegalidad de su huelga, prohibiendo el derecho
fundamental a la reunión pública y sacando al ejército a las calles.
Segundo,
el gobierno toledista ha optado por la represión y la militarización frente a los
reclamos sociales. Este recurso autoritario va en sentido contrario a la doctrina
democrático-constitucional peruana que considera los estados de exepción, sólo en
circunstancias de fuerte conmoción interna, ya sea por guerra externa o guerra civil,
como aconteció en los años ochenta. Los regímenes autoritarios han utilizado los
estados de exepción para reprimir las movilizaciones populares y las demandas sociales,
que sus políticas económicas generan, y en el Perú lo usaron el dictador Morales Bermúdez y el fugitivo Alberto Fujimori. Ni el gobierno de Belaúnde ni el
de Alan García usaron el estado de exepción para reprimir demandas y protestas sociales. Los gobiernos democráticos
usaron el Estado de Emergencia para asegurar el orden mientras se combatía al terrorismo
de Sendero Luminoso y el MRTA.
El
presidente Toledo se ha puesto de lado de Morales Bermúdez y Fujimori. Irresponsablemente
con su decisión está legitimando la mano dura del régimen al cual
combatió cuando lideraba la oposición. Toledo ha claudicado ante el autoritarismo,
llevado por una situación de impotencia ante su manifiesta ineptitud y la de su equipo
para entender que la sociedad peruana exige un cambio del modelo económico, que no está
generando empleo ni mejorando los salarios y los jornales por más que el crecimiento
sostenido lleva ya quince meses seguidos.
La
democracia implica tolerancia, si el gobierno dice que la Tolerancia tiene un
límite está cancelando el espíritu democrático del sistema político. Está
optando por la intolerancia frente a las demandas sociales. El estado democrático no
puede vaciarse de contenido porque no puede solucionar una huelga. El precedente es
funesto, a partir de ahora Toledo usará el estado de exepción como un recurso político
sustitutivo frente a los reclamos sociales. Enfrentará al ejército con los sindicatos, a
policías armados contra estudiantes desarmados, a los gritos de protesta responderá con
balas.
Esa
no es la democracia por la cual lucharon los peruanos contra el fujimorato encumbrando a
Toledo. El presidente cuya popularidad no supera el 15 % ( El denostado Hugo Chávez no
baja de 35 %), tiende a aislarse, se autoarrincona, no es capaz de generar escenarios
alternativos, se deja atrapar en lógicas de suma cero.
Y
todo ello sucede cuando ha concluido la reunión del Grupo de Río con la pomposa
declaración del Cusco donde se hacen llamados a favor de la democratización y a la lucha
contra la pobreza. El estado de emergencia decretado casi a las pocas horas que los
presidentes invitados abandonasen el país,
convierten en una caricatura al gobierno de Toledo, exhiben los enormes pies de barro en
los que se sustenta y ahondan la percepción externa de inviabilidad económica y
política del Perú.
Tercero,
es notorio que se está produciendo una reactivación de la lucha social y regional por
parte de actores que fueron fuertemente golpeados durante el fujimorato. Pero el gobierno
toledista ha tenido dos años para crear las bases institucionales de canalización de
conflictos, de organización de un orden político donde los beneficios no se concentren y
más bien se descentralicen, de modificar las formas de acumulación sustentadas en
privilegios. El Perú es un país pobre donde el privilegiado que ganó su riqueza sobre
la base del soborno, el engaño, el fraude, no debe gozar de impunidad.
Un ejemplo es la legislación especial
tributaria a favor de las empresas privatizadas que a estas alturas del proceso político
no puede ser ya considerada intocable, más aún cuando el entrampamiento constitucional
no resuelve las bases de la estabilidad jurídica. Y otra vez aparece la incompetencia,
ineptitud y revanchismo del toledismo cuya mezquindad ha generado el bloqueo
constitucional presente.
Los sindicatos además actúan no porque
haya infiltrados terroristas, sinó porque expresa la presión de sus bases sociales que
han vuelto a movilizarse. El ajuste social concluyó con la caída de Fujimori-Montesinos,
por lógica el deterioro del salario pone en marcha la demanda social que se fortaleció con los ofrecimientos
demagógicos de Toledo durante la campaña electoral, en su desesperación para ganar la
elección. Es Toledo quién ofrece duplicar los sueldos de los maestros, quién ofrece
aumentar los salarios públicos, quién ofrece mejorar los precios de los productos
agrícolas. Muchos de los que ahora le hacen huelga son los mismos que le votaron. De ahí
la explicación a la dureza sindical, al radical discurso de rechazo al gobierno, al
activismo de las bases sociales, no se puede engañar indefinidamente a los auténticos
cholos peruanos.
El equipo ministerial de Toledo lo acompaña en
su quebrado liderazgo. Salen ministros a decir que en Economía no se puede hacer
más o que el Plan de gobierno de Perú Posible está prácticamente
cumplido , admitiendo impúdicamente que no saben gobernar. Se afirma que no hay
dinero para aumentar a los maestros y por otro lado se compran sin licitación pertrechos
para represión. El gabinete acompaña al presidente en sus trágicas declaraciones y
patéticos gestos, mientras el presidente insiste en sus errores, así en plena huelga
magisterial, Toledo vuelve a ofrecer aumentar el presupuesto a los municipios mientras le
niega un mejoramiento sustantivo a los maestros. Es como echar gasolina al fuego.
Los sindicatos por otro lado están
atravesando un lento y tortuoso proceso de relegitimación y reorganización. Las
dirigencias sindicales que lograron sobrevivir al fujimorismo y al senderismo, están
ahora haciendo notorios esfuerzos para mantener dentro del sistema político y dentro de
los márgenes de la ciudadanía democrática a sus bases sociales. No es de extrañar, en
este contexto, que un cierto pro senderismo no
terrorista y más bien gremialista esté tratando de abrirse escenarios de actuación.
Pero el gobierno en lugar de fortalecer a las dirigencias sindicales democráticas, las
sataniza y con el uso de la represión las deslegitima ante sus bases.
Un maestro joven y de raíz campesina que
observa como ante sus justas demandas, el estado recurre a la represión, queda desarmado
ideológicamente ante la virulencia del discurso clasista, principal instrumento de
penetración del pro senderismo.
Sin embargo, los sindicatos y productores
organizados deben redefinir mejor sus estrategias de lucha social. La huelga y la
movilización son mecanismos de presión, pero en ningún caso, deben poner en cuestión
la seguridad ni el acceso a los bienes por parte del resto de la ciudadanía. Los excesos
de la lucha sindical en los años ochenta alimentaron las demandas de orden autoritario en
la población. Y eso terminó afectando la lucha sindical incluso aquella que se
manifestaba con buenas maneras.
El sindicalismo en esta coyuntura debe
actuar en base dos líneas. El primero la Democracia, no sólo como sistema político,
sinó al interior de sus propias organizaciones, lo cual implica que las instituciones
políticas deben ser un espacio reconocido de mediación social. La segunda línea, es que el mejoramiento salarial
debe plantearse con una propuesta de mejoramiento laboral. Los trabajadores deben exigir
mejores salarios porque al mismo tiempo ellos están haciendo un esfuerzo de superación
profesional o laboral. De lo contrario sus
demandas pueden ser percibidas como demandas privilegiadas y
corporativas en un país donde la abrumadora
mayoría de la PEA no está sindicalizada.
La convergencia de huelgas y
movilizaciones hizo entrar en pánico a Toledo y su gobierno. En el Congreso sus ministros
y parlamentarios se parapetan en posiciones justificativas de la ineptitud. Las
instituciones vuelven a ser sacrificadas y se devuelve al ejército un rol político que
no debe tener.
El estado de emergencia ha liquidado la
transición ( si la hubo ). Y el único camino que le queda a Toledo, su equipo y partido
es sobrevivir. En el horizonte la caída de Abdalá Bucarám, de Jamil Mahuad, de Raúl
Cubas, y sobre todo de Fernando de la Rúa, arrastrados por la cacerolada , la
movilización social y el desencanto comienzan a aparecer como dispositivos de ajuste de
los sistemas políticos dirigidos por líderes erráticos, incompetentes y sin capacidad
política para construir consensos institucionales.
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*Sociólogo y Politólogo egresado de la
Universidad Complutense de Madrid. Master en Estudios del Desarrollo por la misma
universidad. Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Actualmente es profesor de
la Universidad Iberoamericana del DF, La Universidad Anahuac y la UDLA sede México
DF. Es investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM.
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