Puerto de Palos

LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA Y LA GOBERNABILIDAD DEMOCRATICA

UN MAPA IDEOLÓGICO REGIONAL

Pese a que muchos politólogos y comunicadores inspirados en intelectuales  norteamericanos conservadores como Daniel Bell, Samuel Huntington y Francis Fukujama; pero sobre todo en el economicismo neo liberal, han decretado la muerte de las ideologías, de las propuestas de cambio social y económico, y niegan que exista una diferenciación entre izquierda y derecha, lo cierto es que los ciudadanos latinoamericanos vienen votando masivamente por Gobiernos de Izquierda o centro izquierda, cuyos líderes no niegan su filiación y más bien la promueven.

 Los triunfos de la izquierda en Venezuela, Brasil, Uruguay. Las orientaciones de centroizquierda de los gobiernos en Argentina, Chile, Panamá y el liderazgo de proyectos de izquierda y centro izquierda desde la oposición en Nicaragua, El Salvador, República Dominicana, Perú, Bolivia, México, Colombia, nos indica claramente que en el continente se ha desarrollado una crítica al modelo económico neoliberal y a los rígidos y correctísimos lineamientos de la llamada gobernabilidad, que ha prendido en la mayoría de nuestros países.

 Incluso en países como Guatemala, Honduras, Costa Rica, Belice, las islas anglo sajonas del caribe, Ecuador, Paraguay y la Guyana, se dan procesos sumamente complejos donde la búsqueda de alternativas viables al modelo neoliberal de globalización crece cada vez más. Algunos de ellos sin embargo, como Guatemala y Ecuador, las primeras orientaciones de sus actuales gobiernos estuvieron en la línea de la búsqueda de alternativas, pero luego se pasmaron, regresionaron o sucumbieron a las presiones del Partido republicano de los Estados Unidos y sus voceros desde Miami.

 Lo que diferencia a la izquierda de la derecha, según Norberto Bobbio es su identificación y búsqueda de la igualdad. La izquierda que renuncia a esa búsqueda se derechiza o se torna conservadora. Pero la identificación con la igualdad no es patrimonio sólo de la izquierda política o social. Antes del aluvión neoliberal de los años noventa, esa búsqueda también caracterizó a los movimientos Demócrata Cristianos inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia, al Nacionalismo Revolucionario democrático, a la Teología de la Liberación, fue objetivo de los movimientos sociales urbanos, también llamados movimientos populares (que en México surgieron con brío tras el terremoto de 1985). La igualdad inspiró a los movimientos sociales de género, de DDHH, de igualdad sexual y a los intelectuales críticos del mercado y las injustas relaciones entre los países ricos centrales y los subdesarrollados del tercer mundo.

 La disolución de la URSS, la caída de los regímenes socialistas de Europa del este, el hundimiento económico de Cuba,  y la derrota electoral de los sandinistas en 1989 en Nicaragua; la impune invasión militar a Panamá por los EEUU en el mismo año, el terrorismo de Sendero Luminoso, sumados a políticas de ajuste y liberalización que crearon fragmentación social y marginalidad disolviendo la acción social colectiva, y la masiva conversión de los intelectuales “críticos” al neoliberalismo bajo el nuevo paradigma modernizador neoliberal, llamado también “ consenso de Washington”, llevaron a un triunfo de las ideas Tacherianas y miltonfriedmanianas, que se expresó gráficamente en el TLC entre México y los EEUU.

 Uno de los triunfos de la política exterior de los EEUU en ese sentido fue alejar a México del bloque latinoamericano, y al desdibujamiento de su histórico liderazgo regional basado en el principio de no intervención , nacionalismo y defensa sin concesiones de la soberanía estatal.

 La igualdad, reflexionaron entonces los conversos, no pasa de ser una utopía decimonónica, un exceso racional pre moderno  que engendra mounstros como el comunismo totalitario, el gobierno genocida de Pol Pot en Camboya o el populismo autoritario y cleptocrático latinoamericano. La izquierda pasó a la historia, y lo que prima es el mercado y la democracia electoral, sinónimos de modernidad y participación.

 En esta fase se ocultó o se minimizó lo que la historiografía y Ciencias Sociales del siglo XX habían advertido: El mercado, el capitalismo y el libre comercio no han solucionado los problemas sociales y económicos de la humanidad ni hay esperanza de que lo haga, si no es con una sólida regulación pública y una acción colectiva desde la sociedad civil y una nueva racionalidad democrática y progresista entre los agentes productores de la riqueza material. También se dejó de mencionar los grandes crímenes del capitalismo de mercado del siglo XX : El Facismo, el colonialismo, las dictaduras militares latinoamericanas, la mayoría de las guerras entre estados, el saqueo de los recursos naturales de los países pobres y la destrucción del medio ambiente.  

LA GLOBALIZACION LATINOAMERICANA

 Hay un sector de la izquierda latinoamericana que rechaza la globalización porque la identifica con el neoliberalismo. La respuesta es defensiva y de “resistencia”. Hay otro sector de la izquierda para la cual la Globalización es inevitable, proceso al cual hay que ajustarse porque el capital financiero y sus reglas son las que priman.

 Dichas visiones son impotentes, pues los actores se convierten en observadores sin mayor capacidad para confrontar el fenómeno. En el primer caso, la izquierda deviene en una pura acción discursiva casi anarquista y antipolítica. En el segundo caso, la izquierda se torna conservadora y en un instrumento de la gobernabilidad para desactivar conflictos, y consolidar la tasa de ganancia del capital privatizado y el capital financiero.

 A diferencia de los años ochenta cuando la izquierda se definía a partir de sus paradigmas vigentes (Estado Socialista, Estado Social, Estado Populista, Estado de Bienestar), ahora la izquierda de define por su ubicación frente a la globalización.

 La experiencia de la Globalización es resultado de un proceso que ha tomado, en su parte más acelerada, al menos los últimos cincuenta o sesenta años. Así lo consideran historiadores como Wallerstein, Anderson o Hobsbawm, o cientistas como Octavio Ianni y Alain Touraine o los economistas neo Galbratianos, al estilo Krugman o Stiglitz. Es un error identificar el inicio de la Globalización a partir de la caída del muro de Berlín, pues esa es la lectura neo liberal tacheriana, que no explica fenómenos como la Transnacionalización empresarial o la Internacionalización del capital, procesos muy anteriores a 1989.

 Autores como  Manuel Castells han identificado una serie de procesos nuevos a partir de la dimensión tecnológica, acceso a la información y velocidad del tiempo, además de un aumento en la producción de bienes y servicios a nivel global, aunque de forma asimétrica y sin considerar los espacios nacionales.

 Para América Latina la Globalización ha implicado un proceso de modernización basado en la privatización, la liberalización comercial y la desregulación de los mercados. Después de quince años los resultados son discutibles. Ha aumentado la pobreza y extrema pobreza, la precarización laboral y el miedo al futuro, que ha tratado de ser simulado con discursos sociológicos que apelan a la incertidumbre, la desconfianza y el rechazo institucional. Lo real es que la globalización ha favorecido solo a los sectores modernos de altos ingresos. Y la migración y las remesas desde el exterior han salvado a países enteros de convulsiones que rozan la guerra civil como es el caso de Perú, Ecuador, El Salvador, República Dominicana y recientemente Argentina.

 Por ello la globalización ha generado y genera polémica en la izquierda, mientras que la derecha se ofrece como la mejor gestora del modelo. Sin embargo según los análisis prospectivos de mantenerse el actual modelo, México demoraría (con crecimiento alto, al menos del 7% que no es el caso) casi sesenta años (cuatro generaciones y diez gobiernos seguidos) en reducir la extrema pobreza y la pobreza a niveles del primer mundo. Otros análisis prospectivos son más pesimistas y partiendo de las llamadas metas del Milenio de la ONU (reducir la extrema pobreza en quince años) y en base al actual nivel de crecimiento y precios petroleros, las metas del milenio demorarían  algo más de cien años  en conseguirse ( siete generaciones) y a nivel mundial, tomaría más de doscientos años ( casi dieciséis generaciones).

 El problema es que la gente y sobre todo las estructuras sociales no aguantarán tanto, y los escenarios de violencia urbana son potenciales.

 Por otro lado, la privatización de las empresas públicas de servicios generó un mejoramiento en los servicios, pero las tarifas se “globalizaron” aumentando las ganancias de los conglomerados empresariales-bancarios y sus accionistas, mientras los ingresos de las familias consumidoras de teléfono, electricidad, agua, gas, se mantuvieron congeladas o en retroceso. Es notorio el ejemplo de las empresas y bancos españoles cuyas ganancias crecen de manera sostenida cada año mientras las tarifas públicas de sus empresas latinoamericanas suben sin medida ni control.

 Son escasos los ejemplos de empresas de capital latinoamericano que tienen capacidad de inversión en los mercados globales, y menos aún en los Estados Unidos. Las empresas mexicanas se orientan más bien a Centroamérica o a capturar el mercado de las telecomunicaciones en Sudamérica, y empresas privadas  chilenas o peruanas se reparten zonas económicas y empresas públicas brasileñas o argentinas buscan asegurar el mercado energético. Es una competencia por zonas de influencia. Venezuela en cambio plantea otra estrategia de empresas públicas regionales que fortalezcan el proceso de integración y que influyan en un consumo social de las tarifas.

 Lo anterior significa que en la globalización juegan empresas públicas o privadas, y que las empresas más grandes y fuertes son las que mantienen mercados monopolizados con servicios sumamente caros en perjuicio de los consumidores y sin ninguna estrategia para reconstruir la cohesión social y ampliar los mercados internos. Mucho menos tienen una estrategia social las empresas chinas (que exigen libertad de mercado mientras en su país son más proteccionistas), o inglesas que juegan en la región.      

 Los actores sociales están saliendo de la crisis que los tuvo al borde de la fragmentación definitiva, y según los sectores industriales tienden a crear alianzas sindicales regionales, pero los esfuerzos son todavía incipientes. Las Internacionales regionales de los Partidos Políticos latinoamericanos también están limitados en su capacidad de acción y en crear consensos mínimos. Funcionan más como foros de discusión.         

EL APORTE DE LA IZQUIERDA A LA GOBERNABILIDAD

 La izquierda latinoamericana moderna ha coadyuvado al fortalecimiento de la Gobernabilidad Democrática, según los parámetros de la declaración de los Presidentes Latinoamericanos y Jefes de Gobierno aprobados en la Cumbre Iberoamericana de 1996 en Viña del Mar en Chile. 

Sus principales aportes se refieren a :

 1 – Transformar las demandas sociales en demandas políticas y electorales institucionalizadas.

 2 -  Identificar la búsqueda de la igualdad, con el desarrollo político democrático.

 3 – Combatir las tendencias fundamentalistas, neo populistas o de violencia armada en la política democrática e incorporar nuevos actores a los procesos democráticos.

 4 – Abanderar una nueva cultura política con énfasis en el desarrollo y cohesión sociales.

 5 – Promover la participación ciudadana y la transparencia gubernativa en todos los niveles.

 6 – Impulsar un desarrollo local intenso a través de los municipios que gobierna.

 7 – Otorgarle estabilidad al sistema político actuando lealmente cuando está en la oposición, y negociar intereses cuando es gobierno.

 8 – Fiscalizar a los gobiernos basados en principios y evitando las componendas particulares.

 9 – Aceptar la economía de mercado y la globalización como procesos que requieren ser transformados y mejorados según los intereses de la Nación, las clases populares, los grupos étnicos y los espacios nacionales.

 10 – Promover la integración de América Latina, desnudando los discursos etnocentristas y los discursos neo coloniales de algunas élites que han renunciado a la autonomía ideo política.

 11 – Defender un a concepción de una modernidad para todos con respeto al medio ambiente.

 12 – Promover todo tipo de propuestas sustentadas en la construcción de una institucionalidad social, ciudadana y popular democrática, donde lo central no es el estado sino la sociedad civil emergente, tales como capital social, desarrollo humano, derechos humanos, presupuestos participativos y de género, cooperativismo, cogestión sindical en empresas públicas, programas de erradicación de la pobreza no clientelares, formalización del sector informal urbano, revocación de autoridades, referendums locales, etc

 13- Plantear a discusión el concepto de Desarrollo, propiedad de recursos naturales  y soberanía nacional, tratando de articular a los movimientos sociales más dinámicos.                   

 Desde que comenzaron los procesos de transición a la democracia en 1978, la izquierda ha ido evolucionando, han ido surgiendo nuevos líderes y ha incorporado nuevos elementos ideopolíticos que le permiten reclamar la confianza ciudadana, sin renunciar a sus objetivos de justicia social y libertad.  

 LOS RETOS DE LA IZQUIERDA PARA LOS PRÓXIMOS AÑOS

 La izquierda real debe plantear un paso más decidido, luego de su etapa de prudencia y moderación durante los procesos de transición a la democracia. Deslindarse del actual modelo muy influido por el neoliberalismo que sólo conduce a una mayor polarización social, y asumir que debe reconstruirse el tejido social para ingresar a la globalización en buenas condiciones, tal como lo hicieron en su momento China Popular, Vietnam, la Unión Europea, en especial los países del llamado Socialismo nórdico. Sin cohesión social, la globalización sirve de muy poco, y en América Latina la cohesión social debe reconstruirse luego de quince años de neoliberalismo. Esa es la tarea de la izquierda y ello implica reingeniería con los pagos de la deuda externa, para reorientarlos a las políticas sociales, impuestos indirectos generales pero también impuestos a las ganancias del capital financiero.

 También es tarea de la izquierda latinoamericana incrementar el flujo de bienes y servicios en los espacios nacionales, usando una industrialización selectiva y necesariamente apoyada por el estado. Ni China, ni la UE han renunciado a ese proyecto. Si se revisan las estadísticas comentadas por economistas como Aldo Ferrer o el recientemente fallecido sociólogo Pierre Bourdieu encontramos que la Globalización como aumento de circulación de bienes y servicios en los mercados internos es muy bajo. La UE incrementó el flujo entre países miembros, pero no entre la UE y países llamados “economías emergentes” o el resto del mundo. En América Latina tampoco se incrementó el flujo interno por la orientación exportadora sin formación de cadenas nacionales.

 Y también la izquierda debe cuidar sus valores, deslindando con la corrupción y no permitiendo que en sus partidos y frentes subsistan redes mafiosas. Históricamente en los últimos veinte o quince años, la corrupción ha hundido a la izquierda.

 Concluyendo este apartado, la izquierda debe ser constructora de la cohesión social que implica un nuevo impulso a la movilidad, la acción pública y políticas sociales diseñadas con escenarios inmediatos. Debe ser también modernizadora, impulsando una reindustrialización que reactive los mercados internos y forme cadenas con el aparato exportador. Pero sobre todo la izquierda debe ser ética y aportar a la formación de una renovada cultura política democrática.

 México DF a junio del 2005-reactualizado en mayo del 2006

           

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*Sociólogo y Politólogo egresado de la Universidad Complutense de Madrid. Master en Estudios del Desarrollo por la misma universidad. Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Actualmente es profesor de la Universidad Iberoamericana del DF, La Universidad Anahuac y la UDLA – sede México DF. Es investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM.

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