Por: Marco Antonio Flores Villanueva desde Boston,
USA
Hace 23 años Haya partió
a la eternidad. Su
presencia física había marcado medio siglo de política nacional e indoamericana. Con
Haya se fue buena parte de la historia del Perú Republicano, pero dejó -para continuar
haciendo precisamente historia y abrir camino- un partido político que fue la
inspiración de su vida fecunda y renovadora.
23 años después de la
muerte de Haya el Aprismo se encuentra encumbrado en el pináculo de las encuestas más
confiables. La figura solitaria de su lider carismático, el ex-Presidente Alan García
Pérez, ha llevado al viejo partido de Haya de la Torre a ocupar un lugar expectante en la
escena política nacional, de cara a las elecciones generales del año 2006.
No obstante, y
pese al indudable arraigo de García, el Partido del Pueblo no ha experimentado, hasta la
fecha, una renovasión profunda de sus cuadros políticos.
Es más, la vieja estructura orgánica, vertical y autoritaria, ha
sobrevivido no solamente a las dictaduras que pretendieron dar fin con el partido de Haya,
sino que ahora se adentra a una nueva centuria sirviendo incluso como instrumento
antidemocrático para la elección a dedo de candidatos a las justas regionales y
municipales, muy a pesar del discurso modernizador de la dirigencia de Alfonso Ugarte y
del propio García. A ello se suma el evasivo y reticente accionar de los líderes del
Aprismo para encarar la urgente renovasión del programa político del partido. Sumergidos
en la cotidianidad, en el día a día de la política nacional y las escaramuzas
parlamentarias, el APRA continua siendo, al menos formalmente, un partido cuyo
diagnóstico de la realidad nacional e indoamerica se remonta, a juicio de los analistas
más optimistas, a la década del cincuenta, es decir al siglo pasado.
En ese sentido
el Aprismo, a pesar de las encuestas -que
constituyendo intención de voto no son otra cosa que un índice de popularidad casi
siempre efímero- no ha trascendido hacia la
conducción de una profunda renovasión de la política nacional e indoamericana, tan necesaria y urgente a la luz
de la crisis argentina, venezolana, boliviana y ahora también uruguaya, experiencias que
están dando claros signos de un alarmante cansancio de la política en la región,
expresada en el desborde y el malestar de la sociedad civil y en la inercia de la vieja
clase política latinoamericana, incluyendo al APRA.
Hay, pues, un problema de liderazgo al interior del
Aprismo, hay un problema de conducción política que debe ser abordado con la mayor de
las urgencias. García,
que duda cabe, constituye un excelente candidato presidencial. Pero como conductor del
Partido del Pueblo, como lider de los compañeros apristas, como aliado de los más
pobres, de los más necesitados, y como jefe de una causa continental que debería ser no
solamente republicana (en tanto defensora de la democracia) sino también transformadora y
revolucionaria (léase antimperialista), García
viene contribuyendo poco o nada con la apertura democrática del APRA, con la
transformación de su vieja estructura orgánica, con la renovasión democrática y
participativa de sus cuadros y con el debate y la actualización de su programa politico.
Ergo, el Aprismo de hoy no constituye una alternativa moderna y actualizada que contribuya
a la renovasión de la política nacional e indoamericana.
Así, 23 anos
después de la muerte de Haya el APRA, efectivamente, arranca aplusos de popularidad en la
platea peruana. Lamentablemente esa misma platea, y tal vez la historia política
latinoamericana, le rendirá cuentas más tarde por lo que pudo actualizar hoy y no quiso,
emborrachado por el triunfalismo efímero de las encuestas y las expectativas
electorales de su candidato presidencial.
mfloresvillanueva@hotmail.com
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