Reencuentro con
Bolívar
Luis Alva Castro (*)
......El
homenaje del Congreso de la República del 24 de julio, con motivo del 219 aniversario del
nacimiento del Libertador Simón Bolívar, es buen motivo para reflexionar sobre el
aspecto medular y sin duda vigente del ideario bolivariano como es su pensamiento
integracionista.
Los países latinoamericanos del área andina han tenido la suerte de nacer como
repúblicas conducidos por una personalidad genial en el campo de las ideas, en el de la
política y en el de la guerra. Si bien muchos aspectos de la obra política del
Libertador siguen siendo motivo de polémica, sobre todo porque se relacionan con
problemas no resueltos de la historia limítrofe de nuestros países, tales temas
contingentes no pueden empequeñecer la grandeza de su vocación republicana, en una
época en que todavía se abogaba en nuestro continente por la importación de nobles
europeos como regentes y no se querían eliminar ni la esclavitud ni los privilegios
cortesanos. Más aun, no pueden empequeñecer la genialidad de espíritu que implicó
querer llevar adelante este ideal a la escala de toda América Latina.
Bolívar fue sobre todo el gran arquitecto de nuestra unidad continental, sueño genial
sobre el que fue insistiendo y convocando voluntades desde sus primeros manifiestos
libertarios, como la Memoria de Nueva Granada firmada en Cartagena el 15 de diciembre de
1812, hasta su inmortal convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá del 7 de
diciembre de 1824. El gran hito de su pensamiento integracionista está expuesto en la
célebre Carta de Jamaica del 6 de setiembre de 1815, en la que afirma con voz de
visionario: "Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola
nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un
origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un
solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse... ¡Qué bello
sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los
griegos!".
La meta de la integración continental no fue algo accesorio o decorativo en el ideario
del Libertador. Creía fervorosamente que el único futuro de progreso posible para
nuestro continente era dando lugar a una gran federación de naciones libres, una
"patria grande" como definiera el argentino Manuel Ugarte, o un
"continente-nación" o "pueblo continente" como designara el peruano
Antenor Orrego. Dictaba este mandato, según Bolívar, no sólo la urgencia de la
necesidad, sino el destino de la historia.
El proyecto del Libertador comprendía una confederación de naciones libres,
comprometidas a la mutua defensa de su integridad, integradas monetaria, comercial y
diplomáticamente, afines en términos constitucionales y de libertades públicas, ajena a
toda forma de tutelaje exterior, donde no existan esclavos ni analfabetos, donde se
erradicarán los títulos nobiliarios y donde ningún ciudadano sufrirá discriminación
en razón de su raza, credo, condición social o condición económica.
Este sueño bolivariano tuvo siempre muchos detractores. En vida del Libertador, durante
el Congreso Anfictiónico convocado en 1824, que inició sus sesiones en Panamá en 1826 y
las prosiguió en Tacubaya, México, en 1828, la federación de repúblicas fue vista por
algunos líderes como un inaudito afán neonapoleónico. Las acusaciones arreciaron ante
la fallida experiencia de la "Constitución vitalicia" bolivariana puesta en
vigencia en el Perú en 1826, que el Libertador esbozó como una forma de contener la
anarquía propiciada por diversos caudillos militares. Otro obstáculo importante vino del
hemisferio norte. Como una reacción defensiva ante la efervescencia republicana de
México, América Central y América del Sur, el presidente norteamericano James Monroe
delineó la doctrina de política exterior que lleva su nombre. La Doctrina Monroe fue
proclamada el 2 de diciembre de 1823, convirtiéndose en un instrumento diplomático de
justificación del intervencionismo y de la propiciación de sucesivos acuerdos
bilaterales contrarios a la integración.
En oposición a la Doctrina Monroe, Bolívar propugnó la unidad para la defensa de la
soberanía continental, la salvaguarda de las instituciones republicanas en un contexto de
extenso dominio territorial con inabarcables reservas de riquezas naturales, y el logro de
un lugar protagónico de los latinoamericanos en el escenario mundial. Muchos olvidan que
fue además un ardiente impulsor de la defensa de México y la independencia de Cuba,
Jamaica y la Guayana. La tesis opuesta propugnó la sumisión al paternalismo del país
del norte, dando lugar a la dependencia crediticia y diplomática luego bautizada como
"interamericanismo" o "panamericanismo".
A partir de la segunda década del siglo XX, una nueva generación de líderes
latinoamericanos, surgidos del medio estudiantil y el laboral, entre ellos el peruano
Víctor Raúl Haya de la Torre, asumieron con hidalguía y firmeza el legado bolivariano y
retomaron la bandera de la integración. Haya de la Torre convirtió en divisa de su
generación un lema bolivariano: "Desunidos, nada somos". El ilustre trujillano
insistió vehementemente en que el ideal bolivariano no se limitaba a la unidad política
del continente. En efecto, Bolívar aspiraba a una federación de naciones libres con
justicia social, no sujeta al tutelaje ni la arbitrariedad de ninguna potencia extranjera.
Haya de la Torre guió la fundación del APRA bajo el lema: "Contra el imperialismo,
por la unidad política de América Latina, para la realización de la justicia
social". Lema que siempre consideró un homenaje y una reivindicación del
pensamiento del Libertador.
(*) Presidente de la Célula Parlamentaria Aprista
E-mail: lalva@congreso.gob.pe
Publicado en La Republica 02-07-31
|