POLVO EN VIAJE A LAS ESTRELLAS

Un 2 de agosto de 1979, a las 10 y 45 de la noche, el maestro de la juventud, el hermano de los humildes, el guía de los obreros, el combatiente incorruptible y el que nunca dejó de creer en la bondad humana, partió para siempre al más allá. Víctor Raúl murió en el momento más dramático de nuestra historia, en el instante que más lo necesitábamos, que más lo requería su patria. La muerte, su vieja enemiga, que por más de 60 años lo persiguió implacablemente, lo alcanzó al fin, inerte y enfermo en su lecho. Pero el moribundo, el viejo gladiador y vencedor de tantas jornadas, no estaba aún dispuesto a partir; antes, tenía que convencerse, que su partido, su herramienta redentora, la que ideó como Frente Unico, la que cimentó con pedazos de vida, la que fortaleció con la sangre de miles de mártires y la que mantuvo con amor y fraternidad, no moriría con él. La muerte pues, por voluntad de Haya de la Torre –lo creo sinceramente y no poetizo--, acampó a sus pies por muchas semanas y allí esperó pacientemente hasta aquél aciago dos de agosto, en que por fin, confiado ya, entregó su alma al infinito.

Antes de morir, sus últimas palabras fueron: "Ayer estuve en Moche, hoy parto para Trujillo". ¿Y qué significaban Moche y Trujillo en su delirio? De Moche dijo alguna vez Haya de la Torre, "salieron los mejores soldados de nuestra causa y los hombres sin título y sin cultura, pero sí con el arrojo y la gallardía suficiente como para darle a nuestro partido su carta o pase para transitar por los caminos de la historia". De Trujillo dijo en otra oportunidad: "Es la fuente primigenia, es la cuna del aprismo. Ellos fueron los primeros que entendieron mi mensaje, los primeros que se alzaron portando nuestros ideales". Moche y Trujillo, y con ellos, todos los pueblos del Perú, recibieron el homenaje del fundador del aprismo.

Pero nosotros, los que quedamos vivos, ¿Qué homenaje le debemos?; ¿en qué forma, de qué manera podemos pagar tanta generosidad y grandeza? Carlos Manuel Cox, viejo patriarca y fundador de esta cruzada social, dijo que: "Sólo continuando su obra, sólo continuando su gigantesca obra, se le hará el mejor de los homenajes".

Una forma, modesta pero útil de engrandecer el sendero trazado por él, es el de propagar su pensamiento, convirtiéndonos no en jueces sino en soldados de su doctrina. Otra forma complementaria de la anterior, es la custodia de los valores morales del aprismo, la conservación permanente de su mensaje libertario, la defensa irreductible de su unidad, disciplina y fraternidad. Sólo así se asegurará la herramienta redentora que mantendrá a nuestro partido en el poder y llevará al Perú a su liberación definitiva.

JOSE BARBA: "Historia y Doctrina Aprista", pag.77