Partido Aprista Peruano
Sección de Miami
Estados Unidos de Norteamérica
Plenario de la Fraternidad
Víctor Raúl Haya de la Torre
9 de Marzo del 2002
Tema:
Modernización del Aprismo
Título de la Ponencia:
Reflexiones en torno a la Modernización
del Aprismo:
Una nota prologal y tres temas para
la reinvención del Antimperialismo
Aprista
Autor:
Marco
Antonio Flores Villanueva
de Boston, USA
(Texto de la Ponencia)
78 años marcará la fecha fundacional del
Aprismo a los diecisiete meses y siete días de iniciada esta nueva centuria. Y desde
aquél histórico enunciado de los cinco puntos del Programa Máximo del A.P.R.A., el
mundo ha sufrido dramáticas transformaciones que impactaron a todo lo largo del planeta.
Muchos de esos cambios llegaron a ser analizados por el propio Víctor Raúl Haya de la
Torre, en su permanente esfuerzo por reactualizar el programa del Aprismo en un mundo
cambiante. Pero el 2 de Agosto de 1979 la vida de Haya se apagó y con él se fue no
solamente el jefe y fundador del Aprismo sino también el mejor hermeneuta de la compleja
realidad indoamericana.
¿Qué ha sucedido en Indoamérica desde la
desaparición física de Haya de la Torre? ¿Cuál ha sido la evolución histórica del
Capitalismo en nuestro continente? ¿Qué cambios cualitativos ha sufrido el
Imperialismo? ¿Cuál es la posición del Aprismo ante esos
cambios?
Absolver las interrogantes
planteadas es tarea ardua y difícil para una exposición de quince minutos. La
resolución del desafío, además, resulta ensayo pionero. Hasta la fecha, ningún intelectual fuera
o dentro del Aprismo, ha abordado esos temas. De modo que la simplificación será el
método más adecuado para superar el primer problema planteado por la tiranía del
tiempo, y la tolerante comprensión de los invitados a este evento habrá de servir como
franquicia a este modesto expositor en su esfuerzo colosal de cubrir una tarea histórica
pendiente que merece la atención de intelectuales con mayores títulos que el suscrito.
Ante todo quisiera
referirme, a guisa de preámbulo, a las elucubraciones que se vienen haciendo al interior
del Aprismo en torno al término Imperialismo. Producto de un esfuerzo por
morigerar las propuestas transformadoras del Aprismo, existen sectores interesados en
re-escribir los planteamientos de Haya divorciándolos de su gran objetivo histórico que
fue, ha sido y debe ser la lucha contra todo Imperialismo. En ese esfuerzo se ha recurrido
a la manipulacion de los términos, a la suplantacion de los conceptos, a la
transfiguración de la semántica, a la purificación de la frase a través de un Aprismo
supuestamente renovador, pero evidentemente conservador y desviacionista. Así, hoy se habla de Globalizacion (a secas) en
reemplazo de Imperialismo; de Tercera Vía en reemplazo de Aprismo; de Desarrollo en
reemplazo de Capitalismo; de Gobernabilidad en reemplazo de Democracia Funcional; de
Democracia (también a secas) en reemplazo de Democracia Liberal; de un Consejo Económico
y Social, consultivo e íntimo, en reemplazo de la propuesta integral y participativa de
un Congreso Economico Nacional. Se publica una denominada "Agenda del APRA en el
Nuevo Siglo", y el documento parece ser, desde la primera página, una descabellada
apología al sistema dominante ignorando los principios interpretativos del Espacio-Tiempo
Historico. Y así podemos continuar con la lista: Giddens en reemplazo de Haya de la Torre
o Fukuyama en reemplazo de Heráclito o Hegel. El soterrado propósito tiene pues su
propia mitología, su propia simbología, sus propios íconos y héroes para la
materialización de un proyecto de encantamiento al interior del Partido, con un resultado
contranatura: La abdicacion del idealismo antimperialista.
El segundo punto a que me
voy a referir se deriva del precedente: Hay una cura de silencio al interior del APRA en
torno al tema del Imperialismo. Como si se tratara de una mala palabra, de un radicalismo
infantil demasiado rojo para los propósitos electorales, y no de un histórico fenómeno
económico, el aprismo light evita por todos los medios, en diarios o
revistas, en pronunciamientos políticos, en debates y en cuanto foro es invitado,
referirse al tema; mientras los politólogos y los científicos sociales de los propios
países industrializados no solamente hacen uso intensivo del término, sin sonrojarse,
sino que además continuan en su proceso de auscultamiento de un fenómeno que es político y económico. Así, en
los últimos siete meses, para refirme únicamente a la prensa americana, el
Washington Post ha usado el término Imperialismo 24 veces, el
Boston Globe 14, el New York Times 28, la revista
Times 31, el Newsweek 20, y la influyente revista especializada
Foreign Affairs 16, además de referirse concretamente al tema del
Imperialismo en su última edición bimensual de Marzo/Abril (ver The Reluctant
Imperialist by Sebastian Mallary) ¿Alguien podría decir que se trata de
publicaciones anacrónicas, desfazadas, pasadistas o incendiarias? ¿Alguien podría argumentar que estamos ante
una reedición propagandista de la vieja prensa roja digitada por la Komintern?
En tercer término, y
siempre refiriéndome al (para algunos) enojoso vocablo
Imperialismo, conviene recordar que es el propio Haya de la Torre, en
Treinta años de Aprismo, quien nos revela -al pasar revista a los avatares de la política
internacional norteamericana de los años veinte hasta 1933-, y cito textualmente:
que las voces imperialismo y antimperialismo
son
de troquel norteamericano. No son
invenciones indoamericanas y mucho menos rusas. Y
agrega Haya -en cita que viene muy a
próposito de la actual administración republicana-
que el imperialismo norteamericano es una tendencia política que en
los Estados Unidos -y dentro del Partido
Republicano- representan desde fines del
siglo pasado Theodore Rooselvelt y Henry Cabot Lodge, quienes seguían las ideas de Alfred
Thayer Mahan
(p. 39).
De modo que no existe excusa alguna
para la erradicación interesada de un vocablo que encierra además la orientación
política del Aprismo. Que el mundo ha cambiado, es cierto, pero el Imperialismo no ha
desaparecido y nadie ha escrito aún su epitafio; por el contrario, se ha transformado en
una enorme fuerza sutil pero devastadora y predadora de nuestro ahorro interno y de las
inversiones internacionales, deviniendo por ello en un nuevo Imperialismo
descapitalizador, excluyente y unidimensional, como lo probaremos a continuación
La reorientación de las Inversiones
Internacionales y la transformación del Imperialismo en Indoamérica
Una de las característica
que distinguen a nuestra época es el cambio dramático en la dirección y localización
de la Inversión de Capitales Internacionales Productivos, que hoy se concentra
crecientemente en los espacios geográficos de las grandes potencias mundiales (ver E.
Preeg., B. Roberts, R. Florida, Heather-Jo Hammer and J. W. Gartrell). El catalizador de ese cambio formidable en la
dirección de las inversiones internacionales es el interés que tienen las potencias
industrializadas en la captación de ingentes capitales para ser invertidos en proyectos
destinados al desarrollo intensivo y sostenido de nuevas tecnologías, (otro signo de
nuestro tiempo), especialmente en el área de la informática, los medios de
comunicación, la robótica, la biotecnología y la ingeniería espacial. Como lo ha señalado Ernest Preeg (Whos Benefiting
Whom? A Trade Agenda for High-Tecnology Industries in New Forces in the World
Economy edited by Brad Roberts) estamos ante una superlucha que ha sumergido a los
Estados Unidos, Japón, los países de la Comunidad Económica Europea, China y los
países del sudeste asiático en una feroz carrera por la supremacia tecnológica que
permitiría a una de esas superpotencias alzarse con el dominio monopólico de los
mercados mundiales.
Otra característica que interesa
particularmente a los países de la región, y que parte como lógica consecuencia del
fenómeno arriba explicado, es que los Estados Unidos se ha convertido en el principal
recipendiario de las inversiones internacionales directas (ver cuadro A-1). Como lo señala Richard Florida (FDI and the
Economy in Global Engagement, editado por Joseph P. Quinlan) sobre la
base de la estadística proporcionada por el Departamento de Comercio de los Estados
Unidos, la inversión internacional directa en USA se incrementó de 20 billones de
dolares en 1985 a 68 billones de dolares en 1989 (ver cuadro A-2). De hecho -apunta
Florida, siempre sobre la base del Reporte del Departamento de Comercio de los Estados
Unidos- el país que por un largo tiempo fue el más grande inversionista de capitales
extranjeros ha devenido hoy el más grande receptor de capitales internacionales. Y
en lo que se refiere a la inversión americana hacia el exterior, y cito la misma fuente,
esos capitales se concentran en su gran mayoría en los países desarrollados (ver cuadro
A-3)
Como resultado de este dramático
cambio en la dirección y localización geográfica de las inversiones internacionales
directas, ahora focalizadas en los países industrializados, y la mayor concentración de
esos capitales en los Estados Unidos -ambos fenómenos producto de la superlucha
tecnológica entre las grandes superpotencias-, América Latina vive un proceso histórico
de descapitalización, proceso que se ve agravado por la endémica fuga de capitales y el
eterno servicio de su Deuda Externa. Andreas Burcn ha señalado que en la composición de la Inversión
Internacional Directa, Latinoamérica ha visto disminuir gravemente su parte proporcional
de 17.5 % a únicamente 7% (ver Unpaking
the Globalization Debate: Approches, Evidence and Data in Demystifying
Globalization by C. Hay and D. Marsh). Esta tendencia negativa es ratificada por
Hankie Hoogvelt en Globalization and the Postcolonial World, quien epitomando
los índices históricos de la inversión internacional directa concluye que del período
colonial hasta 1960 el tercer mundo recibió la mitad del total de las inversiones
directas internacionales, para luego declinar a un tercio en 1966, un cuarto en 1974 y a
16.9 % en 1988, y la tendencia continua descendente. Otras fuentes, como las del propio
Fondo Monetario Internacional, confirman la concentración de la inversiones
internacionales directas en los países industrializados (ver cuadro B, extraído del
excelente prólogo, escrito en Inglés en 1995, por Norman Lewis y James Malone en
Imperialism: The Higest Stage of Capitalism by V.I. Lenin, 1996) .
En ese contexto que, reitero, marca
una nueva tendencia de las inversiones internacionales, la interpretación aprista del
Imperialismo debe necesariamente sufrir sustanciales modificaciones. Como ya lo referí en
artículos precedentes, la interpretación hayista del Imperialismo parte además del
análisis de un fenómeno económico y político superado por la historia: El Imperialismo
de su tiempo que, opuesto al imperialismo de nuevo cuño, se caracterizó por la expansión intensiva,
sostenida y directa de recursos financieros y la ampliación cuantitativa en la
explotación de fuerza de trabajo barata, elementos que dieron vida a un nuevo sector de
economía moderna pero dependiente del capital internacional y la tecnología extranjera.
Hoy, las nuevas tendencias de inversión de capitales productivos, como ya lo hemos visto
y probado, no se concentran en Indoamérica sino en los países industrializados que
atraen esos recursos para ser invertidos en alta tecnología. Esa ingente demanda de
crédito externo es cubierta además por el servicio de la Deuda Externa, lo que ha
modificado así los destinos de capital de Norte a Sur por Sur a Norte. En lo que atañe a la fuerza de trabajo, el empleo del
conocimiento científico sobre la base de la informática, la robotización y la
biotecnología vienen produciendo una escasa demanda de mano de obra, que además es
altamente especializada, fenómeno que marca diferencias sustanciales con la visión
hayista sobre el tópico, anclada en su interpretación epocal del Imperialismo de su
tiempo.
Así podemos apreciar entonces, que
este proceso de descapitalización marcaría el inicio del crónico deterioro de la ayuda
tecnológica y financiera de los países centrales en la región y el tendencial colapso
del sistema capitalista en Latinoamérica, recreado por la inversión extranjera hoy
focalizada en otras regiones del planeta. Ese proceso descapitalizante se expresa,
además, en la extrema pobreza que afecta a los países indoamericanos. También en la
violencia política, la degeneración social, la lumpenización y la creciente violencia
urbana; en la crisis económica, en la crisis de legitimidad, en la crisis moral y la
terrible sensación de una pérdida de lugar en el mundo y la desintegración de nuestro
futuro.
Todo lo cual nos autoriza a afirmar
que la proposición hayista que el Imperialismo es la primera o inferior etapa del
capitalismo en los países no industrializados; en donde este moderno sistema de
producción se establece por obra de las inversiones extranjeras
(ver
Treinta años de Aprismo, p. 144) ha devenido en parte
autorizada y confirmatoria por el tiempo, en tanto la ratificación histórica de la
continuidad del Imperialismo al comienzo de esta centuria; pero en lo tocante al
establecimiento del Imperialismo como fenómeno económico, que es el
capitalismo (Ob. cit., p. 44), recreado por las inversiones extranjeras
en nuestros pueblos, el enunciado hayista ha sido superado precisamente por las nuevas
tendencias de esos capitales internacionales, como ha sido largamente explicado en esta
exposición.
En
otras palabras, el Imperialismo ha dado un giro histórico: ha abandonado la política de
inversión de capitales productivos para devenir en importador, depredador, extractor de
recursos financieros. En consecuencia, nos enfrentamos a una nueva etapa del Imperialismo
en nuestros pueblos: La Descapitalización Imperialista, segunda etapa del Imperialismo en
Indoamérica.
Como consecuencia de esta tendencial
acción rapaz del nuevo Imperialismo, expresado
en su nueva etapa a través de un proceso constante de descapitalización en la región,
la tésis hayista de la dualidad del Imperialismo y de su tarea
civilizadora y de modernización, que indudablemente le cupo en su momento
histórico de expansión intensiva y directa de recursos financieros, hoy probadamente
superado, también deviene anacrónica. Bastará, para confirmar lo aseverado, con una
interpretación a contrariu sensu de la cita que
a continuación extraigo de El Antimperialismo y el APRA, recogida por el
propio Haya de la Torre en las páginas 149 y 150 de Treinta años de Aprismo:
El imperialismo que implica en
nuestros pueblos el advenimiento de la era capitalista industrial bajo formas
características de penetración trae consigo algunos de los fenómenos económicos y
sociales que produce el capitalismo en los países donde aparece originariamente: la gran
concentración industrial y agrícola, el monopolio de la producción y circulación de la
riqueza; la progresiva absorción o destrucción del pequeño capital, de la pequeña manufactura, de la pequeña propiedad y el comercio, y la formación de una
verdadera clase proletaria industrial.
el obrero de la pequeña industria y el artesano independiente, al ser
captados por una nueva forma de producción, con grandes capitales, recibe un salario
seguro y más alto; devienen temporalmente mejorados, se incorporan con cierta ventaja a
la categoría de proletariado industrial: venden su trabajo en condiciones más
provechosas. Así ocurre también con el campesino pobre, con el peón y el siervo
indígena: al proletarizarse dentro de una gran empresa manufacturera, minera o agrícola,
disfrutan casi siempre de un bienestar
temporal. Cambian su miserable salario de centavos, o de especies, por uno más
elevado que paga el amo extranjero..
Las interrogantes que surgen, por la ausencia comprobada en los hechos, del
enunciado explicativo de Haya, vienen inmediatas, a propósito de la atañosa y abandonada tarea civilizadora del
Imperialismo: ¿Dónde están las industrias imperialistas? ¿Dónde la concentración agrícola? ¿Dónde está el obrero captado por la producción
imperialista? ¿Dónde su salarios mejorados y
seguros? ¿Dónde está el proletariado industrial? ¿Dónde el campesino proletarizado y asimilado a la
vorágine industrial de la penetración imperialista? ¿Dónde la empresa manufacturera? ¿Dónde están los grandes capitales?
Por ello, la confirmacion de que el
Nuevo Imperialismo Descapitalizador ha devenido, por su naturaleza, unidimensional y
excluyente, abandonando su tarea civilizadora, es el resultado de un cambio cualitativo de
su desarrollo histórico en Indoamérica, producto inequívoco de la tendencial
modificación de los destinos de capital internacional que alguna vez beneficiaron a la
región, y que dió lugar al surgimiento de una economía moderna expresada en una
capitalismo dependiente, que sin embargo significó inversión internacional, tecnología
extranjera, en suma modernización y civilización.
De todo lo dicho también se
infiere, importante recalcarlo y subrayarlo, que el problema relativo a la falta de
inversiones en la región no es el producto de equivocadas políticas económicas
nacionales que desalientan a los inversionistas extranjeros. El problema es,
sustancialmente, uno de carácter estructural relacionado, como ya ha sido probado, con
las nuevas tendencias de las inversiones internacionales, el cambio en su dirección y
localización y la concentración de ingentes recursos financieros en los países
industrializados para la inversión de esos capitales en alta tecnología
Responsabilidad de la Clase Política: Crisis del 80, crisis del
90 y reedición de sus errores
Si la nueva tendencia de las
inversiones extranjeras y la transformación cualitativa del Imperialismo es un aspecto de
la crisis de nuestro tiempo, el otro es el colapso difinitivo de una clase política que
ha probado su manifiesta incapacidad en los hechos y su vocación ahistórica.
Ante el panorama desolador planteado
por un nuevo escenario mundial, la recomposición histórica del imperialismo y el impacto
de la economía internacional en nuestros pueblos, la respuesta de la clase política en
el Perú y la región ha sido decepcionante. En la década del 80, con la afirmación
populista del Estado interventor, el culto a la estatolatria, y la afirmación del más
demagógico populismo que produjo el ostracismo de los partidos políticos a lo largo de
una década, acompañado de una profunda crisis de legitimidad sin
resolución y que aún afecta al sistema democrático. Y en los noventa con el
neoliberalismo como panacea y la aplicación de políticas de ajuste dictadas de ultramar,
el fetichismo del mercado y la apertura salvaje de nuestras economías, modelo que a la
larga ha significado la explosión de la pobreza en la región, que a fines de la última
década ha producido en Indoamérica 100 millones más de pobres que en la década de los
ochenta.
La clase política ha
demostrado, así, falta de alternativas concretas producto de un letargo que ha arrastrado
consigo su credibilidad. El simplismo que resume su precaria actuación política redujo
sus propuestas o al faraónico crecimiento del aparato estatal o a la reducción y
desnudez del estado, abandonando a la sociedad a las fuerzas del mercado. Como ya lo
expresó Pierre Bourdieu se trata de la elemental y recíproca condena del estado burgués
(burocrático) al pequeño estado burocrático (burgués).
Esa es la visión
pasadista de aquellos que enterraron a una época y a una generación. Alain Tourine ha
definido, con acierto, a esa clase política: Son aquellos que se refieren
únicamente al Estado, y aquellos que atacan o defienden el Estado son los últimos
representantes del modelo de gobierno dominante en la post-guerra (Beyond
Neoliberalism, p.27). Esa es la misma
clase política que hoy regresa contrita de su destierro, sin renovar sus programas
políticos, sin acometer la transformación democrática de sus viejas estructuras, sin auscultar con profundidad el nuevo escenario
del que pretenden ser actores privilegiados y únicos, pero pregonando urbi et orbi que ha aprendido la lección. La
garantía de su mea culpa es su afiliación al
pensamiento único (pensée unique)
o la creencia que la omnipotencia de la globalización económica no ofrece otra
oportunidad a sus víctimas que revelarles las contradicciones del sistema, negándoles,
por tanto, su capacidad de actuar si no es a través del tutelaje de la vieja clase
política profesional y su anquilosada intelectualidad (A. Tourine, Ob. cit.).
¿Qué nos ofrece esta nueva reedición de la clase
política? Nada excepto resignación. Nada excepto gobernabilidad y más democracia
republicana. Nada excepto la supremacia de la democracia liberal. Nada excepto administrar
la pobreza pero, eso sí, con una seria política monetaria y fiscal. Nada excepto la
endémica reprogramación de nuestra deuda externa. Nada excepto más privatización. Nada
excepto una racional intervención del estado en la economía nacional con inocuos
resultados. Nada excepto la falsificación de sus propósitos o la rápida mutación de
candidatos socialdemócratas a gobernantes neoliberales (De La Rúa ha sido el último
mutante). Como dice Thomas Friedman - y así lo señala Alfredo Barnechea en su último libro
Para salir del laberinto- en los
países donde todos los partidos políticos han aceptado el Paradigma, realmente no hay
mucha diferencia entre partidos de gobierno y partidos de oposición (p. 97). Por
ello el cansancio de la política, porque condena a las víctimas de un sistema salvaje a
aferrarse nuevamente a sus viejos verdugos.
Pero nuevos actores han
surgido en la sociedad. Se han organizado y trascienden a la política nacional. En la
lucha contra la dictadura legitimaron con su presencia activa los esfuerzos de la clase
política por retornar a un sistema de partidos políticos, vale decir a una democracia
liberal. Esos actores y sus demandas sociales pueden restaurar la capacidad de acción
política y antimperialista que ha sido barrida en los últimos 20 años de la escena política nacional.
Hacia la reconstrucción de la vida política y social a través
de la liberación de las fuerzas sociales y el fin de la exclusión
En el esfuerzo de
reencantamiento de la política, de recuperación de su profundidad transformadora y de su
promesa, la lucha contra la exclusión de vastos sectores de la sociedad civil emergente
es un capítulo histórico que el Aprismo debe liderar. Porque ello permitirá, además,
la liberación de fuerzas potencialmente críticas al sistema dominante por la naturaleza
misma de sus demandas sociales y culturales.
Para ello, en lo
doméstico, será necesario iniciar al interior del partido un verdadero proceso de
modernización que contemple la reactualización ideológica y programática del Partido
del Pueblo y la recomposición democrática de su estructura orgánica. Ese proceso de
modernización debe significar, necesariamente, la constitución de una nueva coalición
entre la sociedad civil y la sociedad política a través del cogobierno del Partido. En
otras palabras, la profundización de la funcionalidad organizativa del Partido
-conceptuada por la dirigencia como reorganización asociada a las tareas profesionales
del Estado y, de otro lado, creación de agrupaciones funcionales- debe trascender,
además, al tema relativo al gobierno democrático del partido, a quiénes ejercerán ese
gobierno y a qué intereses deben representar.
Ahora bien, el primer
objetivo, en términos de gobierno del Partido, debe dirigirse a garantizar y preservar el
respeto de los intereses del pueblo organizado, es decir de la sociedad civil en su
conjunto, a través de la sana prosecución y materialización de sus decisiones
políticas a nivel de gobierno central, regional o municipal. El segundo objetivo debe ser
el reconocimiento de la sociedad civil en el gobierno del Partido con autoridad política
en la toma de decisiones del Partido del Pueblo. El tercer objetivo, integrar a la
sociedad civil en su conjunto a la vida política nacional, hacerla protagonista del drama
político y responsable de su propio futuro; es decir, otorgar a la sociedad civil en el
Partido el poder político de que carece en el Congreso Nacional. El cuarto propósito es
contribuir al proceso de concertación nacional, pero en el marco de una partido
democrático, abierto y plural que represente a todos los sectores que constituyen la
sociedad civil y canalice sus demandas en forma consensual. Es decir, el APRA como partido
político y mesa de negociación de todos los sectores civiles en la búsqueda de la
resolución pacífica de sus diferencias, a través de iniciativas consensuales y
negociadas.
En lo que respecta al ámbito de la
escena política nacional, el Aprismo debe relanzar la propuesta integral de un Congreso
Económico Nacional. Sobre el particular conviene recordar que el Congreso Económico
Nacional tiene un doble objetivo: ecónomico y político. En lo económico, la
reorganización de la producción. En lo político, que es el punto que nos atañe, la reestructuración del poder político en el
Perú. En ese sentido, es la antítesis de la democracia liberal. Es la participación
activa, concertada y pluralista de todos los sectores de la sociedad civil. En otras
palabras, el Congreso Económico Nacional constituye el fin de la exclusión de vastos
grupos representativos de la sociedad a través de una evolución cualitativa de la
democracia: el paso histórico de una democracia liberal de partidos políticos a una
democracia funcional de partidos políticos (renovados) y de organizaciones civiles y
populares. Porque más parlamentarismo, más bicameralidad, no ha sido jamás el programa
político del Partido del Pueblo. El Aprismo no defiende los fueros de la Democracia
Liberal porque ese sistema es excluyente. Por el contrario, se reafirma en el tema
profundo de la Gobernabilidad proponiendo, para su logro, la constitución de una
democracia diferente, más plural y participativa, con el concurso de las fuerzas
productivas que representan a aquellos que son protagonistas del drama politico.
Por ello, reducir la propuesta
integral del CEN a un tímido, íntimo y reducido Consejo Económico y Social, es castrar
un programa profundo de transformación de la institucionalidad política en el Perú, que
intenta quebrar el histórico predominio de una legitimidad artificial, de una
representatividad falaz, que ha sido herramienta política, uso de intereses facciosos
divorciados de los nuevos actores sociales y la sociedad civil organizada.
Consecuente con la propuesta de
relanzamiento del CEN es la dación de una nueva Ley Electoral, que permita a las
organizaciones civiles y populares acceder, como instituciones representativas, al
Congreso Nacional. Redimensionar la representación nacional, inyectarla de la fuerza
revitalizadora de una sociedad atenta al quehacer político nacional, colocándola en el
centro mismo del drama, en el epicentro de la toma de decisiones del estado.
De otro lado, la profundización de
una descentralización auténtica asiste vigoroza a la idea de explorar y encontrar nuevas
voces divergentes del sistema. Pueblos olvidados de la peruanidad, grupos sociales
marginados por una centralización injusta, hombres y mujeres de un Perú inédito en
propuestas políticas deben ser convocados y emerger a la escena política nacional.
Pero todo este esfuerzo de búsqueda
y convocatoria de la sociedad civil para transformar el poder político en el Perú y
recuperar las voces críticas del sistema, tiene el peligro de abortar si el Aprismo no
propone una nueva salida política-diplomática al acuciante tema de la deuda externa, a
través de fundamentos de Derecho Internacional que sirvan de basamento y legitimen
nuestra posición en el seno de la Comunidad Internacional; y de otro lado, con una
acción reinvindicativa destinada a la impugnación jurídica de la deuda externa . En
efecto, como ya lo he referido largamente en varios artículos, desde un punto de vista
estrictamente jurídico, específicamente desde la óptica del Derecho Internacional y,
concretamente, sobre la base de los Derechos Humanos, que defiende la propia Comunidad
Internacional a través de la Declaración del Derecho al Desarrollo, Naciones Unidas
(1986), la grave situación que atraviesan nuestras naciones, consecuencia directa de la
dura carga de la deuda externa, constituye una flagrante violación de los principios
humanistas que esa declaración defiende. Es decir, el derecho que nos asiste al
desarrollo económico, social y cultural, a la consolidación de la justicia social, a la
consideración de nuestras particularidades nacionales y regionales, a trazar libremente
estrategias de desarrollo que no pierdan de vista los aspectos sociales y, finalmente, a
la resolución del problema de la deuda externa. Principios que ya han sido
históricamente consagrados además en la Declaración sobre el Progreso y el Desarrollo
Social (1969) y en la Declaración de Viena (1993). Por tanto, en atención a puntuales
derechos universalmente consagrados por la propia Comunidad Internacional, se
justificaría plenanamente una demanda de suspensión definitiva del servicio de la deuda
externa, puesto que los Estados tienen el deber, sean cuales fueren sus sistemas
políticos, económicos y culturales, de promover todos los Derechos Humanos y las
libertades fundamentales, según la Declaración de Viena. Ese es el marco
legal-internacional que debería inspirar una posición política y diplomática del
Aprismo en torno a la deuda externa.
Y consecuente con el respeto al
ordenamiento jurídico internacional, a continuación el Partido del Pueblo debería
exigir que las Naciones Unidas de cumplimiento inmediato de los Acuerdos alcanzados en
1947 con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que dispusieron que ambos
organismos financieros internacionales pasen a ser organismos especializados del sistema
de Naciones Unidas. Puesto que, si la Comunidad Internacional se siente realmente
comprometida con los altos ideales que postula y si sus propósitos son francos y
sinceros, debe asumir entonces una actitud clara y decididamente consecuente con los
principios que la inspiran.
En lo que respecta al segundo punto
de la estrategia político-diplomática, la impugnación jurídica a la deuda externa, el fundamento inicial que motiva la Acción
Reinvindicativa se vincula al carácter agiotista y usurero de la obligación (fundamento
al que identificaremos en términos legales como la Excesiva Onerosidad de la
Prestación). El siguiente fundamento de la Acción Reinvindicativa se expresa en la
imposibilidad de ejecutar la obligación, por circunstancias que escapan del control de
los países deudores y que están directamente relacionadas con el intervencionismo
transnacional, recesivo y descapitalizante, que afecta a nuestras economías (fundamento
al que identificamos como la Imposible Ejecutabilidad de la Obligación).
En efecto, la excesiva onerosidad de
la prestación se contrae a la contratación de endeudamiento externo a tasas de interés
flotantes y sujetas, por tanto, a la fluctuación de las tasas de interés real y nominal,
variantes que vienen sufriendo un súbito e histórico aumento, consecuencia de la
política monetaria adoptada por Estados Unidos desde 1974, para combatir la inflación
que afecta a su economía. Ello multiplicó la deuda total de América Latina (1978-81) y
explica su constante crecimiento, no obstante las significativas amortizaciones y el
sometimiento de nuestras economías a las salvajes políticas de ajuste auspiciadas por el
Fondo Monetario Internacional.
Se infiere así el carácter
multiplicador de la obligación de la Deuda Externa. Este proceso ascendente también
responde a la inmensa demanda de crédito externo por las economías centrales con el
propósito de financiar sus proyectos de desarrollo tecnológico. Se observa, además, el
carácter descapitalizador de esa obligación, a través de cuotas de amortización
excesivamente altas, recesivas y predadoras del ahorro interno de nuestras economías.
Todo lo anterior explica las graves
distorciones que vienen afectando a nuestras economías (pobreza, recesión,
descapitalización), distorciones que hacen imposible la ejecución de la obligación
relativa al servicio de la deuda externa, sin un alto costo social.
Ahora bien, esta crisis no es el
producto de la aplicación de decisiones políticas soberanas; por el contrario, es el
resultado directo de la transnacionalización de la decisión política, expresada en las
políticas recesivas de ajuste económico que son administradas por el Fondo Monetario
Internacional
¡paradójicamente a solicitud de los propios acreedores!
De modo que el agiotismo
descapitalizante (y por tanto oneroso) y la transnacionalización de la decisión
política (elemento que tipifica la inimputabilidad del deudor), son los factores que
justifican la acción reinvindicativa, cuyo propósito final es liberarnos de la
obligación, es decir, suspender la brutal transferencia de recursos que nos demanda el
servicio de la deuda externa, para atender la Deuda Social de nuestra América Latina,
entendida esta como "el compromiso interno de recuperar el ostensible deterioro de
los niveles de vida de los sectores más desprotegidos" (Organización Internacional
del Trabajo).
Finalmente, para garantizar ante la
Comunidad Internacional el correcto manejo de esos recursos, producto de una política de
ahorro interno, la propuesta que nos ocupa incluye la creación de un Fondo Económico
para el Desarrollo, institución cuya representación podrá responder a una
participación democrática de todos los sectores sociales, pero cuya mayoria estará
reservada a los oprimidos, a los explotados; en suma, al Pueblo.
Como último punto de las propuestas
relativas a la búsqueda de nuevas voces vinculadas por su lenguaje crítico al sistema,
emerge necesario y urgente el relanzamiento continental del Aprismo, vale decir la
reconstitución o el rescate de su proyección continental como Alianza Popular
Revolucionaria Americana o A.P.R.A. La difusión de nuestros postulados, la extensión de
nuestas propuestas a todo lo largo de los pueblos indoamericamos es también tarea de
afirmación política en un continente que es el área natural de acción del Aprismo
Antimperialista y no de una socialdemocracia europeizante cuyos intereses difieren de los
nuestros. Ello viene como conclusión inmediata del análisis del Imperialismo realizado a
comienzos de mi exposición, oportunidad en la que señalé que las superpotencias, entre ellas la
Comunidad Económica Europea, se hallan sumergidas en una competencia salvaje por la
supremacia del mercado en alta tecnología. Este fenómeno permite a los ideólogos de la
socialdemocracia europea sentar el análisis de su relación con el imperialismo americano
en simples términos de competencia y no de subordinación imperialista. Lo trasunta, por
ejemplo, Alain Touraine, cuando afirma que los Estados Unidos disfruta su actual
supremacia porque inventó y desarrollo nuevas tecnologías que Alemania y Francia han
visto desacelerar en su dominio.. (Ob. cit., p. 13). Como podemos apreciar aquella
no es precisamente la realidad de nuestra conflictiva relación con los Estados Unidos. Y
confirmando su punto de vista absolutamente relativista, y que se contrae a las
coordenadas de su posición geográfica en el mundo y al desarrollo particular de Europa,
vale decir a su espacio-tiempo histórico, el mismo autor aconseja que nuestro
primer objetivo debe ser el desarrollo tecnológico... (Ob. cit. p 19). Es decir, el
autor se mueve en la lógica de los intereses particulares de las potencias
industrializadas: la competencia o superlucha por la supremacía tecnológica.
Pero si alguna duda ha quedado -y
para prevenir a los deportistas del pero de un nuevo argumento estéril por la
incontrastable realidad de los hechos que dividen la historia de Indoamérica de la
Europea- cito nuevamente a Haya de la Torre: Pues
reconociendo que la lucha contra el imperialismo ante todo es lucha
política-económica, ésta no tiene el mismo carácter que la conflictiva rivalidad
de dos imperialismos resultantes de la competencia de dos grandes países
industrializados (Treinta años de Aprismo, p. 56).
Todo lo cual confirma nuestra
personalidad política forjada no por los ideólogos de la socialdemocracia europea y su
propio proyecto histórico, sino por un gran pensador indoaméricano conciente de la
relatividad de los fenómenos económico y político, dependiendo del punto de vista del
observador.
He pasado revista a temas puntuales
que demandan la inmediata atención del Partido del Pueblo, si el propósito es reafirmar
su carácter antimperialista aliándose con la sociedad civil para transformar y
reconstruir la vida política y social de nuestros pueblos. Una actitud madura de nuestros
líderes, de nuestros políticos, consecuencia directa de lamentables sucesos y
experiencias pretéritas de las que tomaron parte, debería ser suficientes para orientar
inteligentemente nuestro rumbo. Pero como ya lo afirmara el propio Víctor Raúl en su
libro capital la inspiración fundamental, la línea ideológica inspiradora de la
acción que es necesario llevar adelante organizadamente señala la dirección de nuestra marcha: sabemos bien
que va hacia la izquierda. Ese es nuestro rumbo y el rumbo es lo que importa
(El Antimperialismo y el Apra. pp.190-191).
(Muchas gracias)
Marco Antonio Flores Villanueva
Grupo Forum-Aprista,Generacional y Antimperialista
mfloresvillanueva@hotmail.com
Teléfono: 617-566-9107
se contrae
a la contratación de endeudamiento externo a tasas de interés flotantes y sujetas, por
tanto, a la fluctuación de

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