LA
HERENCIA LIBERTARIA
De los obreros
anarco-sindicalistas heredó Víctor Raúl Haya de la Torre el irrevocable amor a la
libertad y su transparente pureza moral a prueba de hambre y también de sangre. Ya en su
Trujillo natal -muy mozo aún- al frecuentar la Liga de Artesanos dirigida por ese mulato
culto y fino llamado Julio Reynaga, empezó a nutrirse de la literatura anarquista de
Bakunín, Kropotkín, Reclús, Tolstoy, Malatesta("acción como propaganda"),
lecturas que más tarde se convertirían en acción revolucionaria compartida con los
trabajadores anarcosindicalistas de Lima con los cuales profesó una común devoción por
el Maestro Manuel González Prada.
Libertad y pureza moral,
he allí la impronta ácrata que se grabó a sangre y fuego en el espíritu de Víctor
Raúl. Hasta los últimos días de su desgarrada existencia habría de recordar la santa
amistad con los viejos libertarios. Tanto los amó que, en su juventud, les fundó la
Universidad Popular y peleó junto a ellos por la conquista de la jornada de ocho horas de
trabajo. No se puede decir que ellos le enseñaron a ser rebelde pero sí que nutrieron y
vigorizaron la rebeldía innata del temperamento hayista.
Amó tanto la libertad y
la moral Víctor Raúl que se pasó la vida combatiendo déspotas y rechazando ofertas
tentadoras. Leguía quiso seducirlo sin éxito y terminó desterrándolo, Sánchez Cerro
lo encarceló y estuvo a punto de asesinarlo, Benavides y Prado intentaron atraerlo para
luego perseguirlo a muerte durante once años de heroica clandestinidad, Odría lo mantuvo
cautivo a lo largo de un lustro en la Embajada de Colombia, Velasco lo hostigó
constantemente aunque sin llegar a los extremos anteriores, pero el rebelde trujillano
jamás se doblegó. Los dictadores se equivocaron cuando pretendieron doblarlo con el
hierro o con el oro porque ignoraban que Haya de la Torre era -como diría Prada de Vigil-
vigorosa columna de mármol a orillas de un río cenagoso. La lucha diaria en defensa de
sus ideales lo purificó hasta alcanzar una estatura moral imparalela.
Su desprendimiento fue
igualmente proverbial, aprendido también en las fuentes libertarias. Sobre el alma
generosa de Víctor Raúl es harto sabido que todo lo que poseía lo obsequiaba a los
demás. Ante la inminencia de la gran clandestinidad, por ejemplo, vendió su automóvil y
entregó casi el total del producto de la venta al Partido Aprista para que pudiera
resistir heroicamente al tirano. Y tuvo que pasar grandes hambres y enfermedades de
escondite en escondite compartiendo el magro pan con un pequeño grupo combatiente gracias
a las modestas regalías recibidas por sus libros y colaboraciones periodísticas en el
exterior. Todo lo dio, nada pidió para él. Por eso murió en casa ajena, casa pobre y
lastimada, después de haber recibido durante un año el sueldo mensual de un sol en
calidad de Presidente de la "Asamblea Constituyente". No sólo renunció al
dinero, sinembargo. Desde el inicio mismo de su dilatada lucha hizo renuncia de las
comodidades que la vida podría haberle deparado por su inteligencia, posición social y
prestigio. Si se hubiese alineado con la plutocracia peruana habría sido muchas veces
presidente de la República. Pero renunció a su clase para combatir al lado de los
desheredados. Renunció inclusive a tener familia propia para no verse limitado en su
entrega total a la causa del pueblo y renunció en 1962 a la Presidencia del Perú
-conquistada por el voto- para evitar derramamientos de sangre sobre el suelo patrio. Así
era él. Creemos sinceramente que en la mano sobran dedos para contar los hombres
públicos que en la historia del Perú hayan podido exhibir la capacidad de renunciamiento
y entrega de Víctor Raúl Haya de la Torre.
Pero al evocarle así, en
su genuina e intransferible grandeza humana, tenemos necesariamente que evocar también a
los Reynaga, Lévano, Gutarra, Fonkén y toda aquella legión libertaria que en el alma
generosa de Víctor Raúl encontró campo propicio para sembrar semillas de rebeldía y
pureza moral. Gloria a todos ellos por la siembra fecunda que realizaron y por la hermosa
lección vital que ahora debería ser aprendizaje forzoso para todos los que de veras amen
la Justicia Social.
Editorial del No.1 de
la Revista "Vigencia".
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